martes, 25 de abril de 2017

LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL WEBLOG

A principios de 2004, no sé bien porqué, yo decidí dar un paso al frente y comencé a publicar en Internet: decidí entonces abrir mi primer blog en el ciberespacio. Y, bien, no tardé mucho en comenzar a compartir contenidos e ideas con gente aún desconocida para mí, hombres y mujeres aún jóvenes que llegarían a ser con el paso del tiempo algunos de mis mejores amigos de toda la vida. Y, muy pronto, para mi sorpresa, alguien me avisó de que había llegado tarde a la fiesta, que aquella manera tan novedosa para mí de dar a conocer mis pajas mentales, de publicar mis textos incipientes para lectores de todo el mundo, era ya una forma antigua de comunicarse y expresarse. Alguien me avisó de que, como forma de arte político, el weblog, al menos, estaba ya profundamente muerto. Y, bueno, esto ya me había pasado antes. Cuando comencé a interesarme por la literatura Barthes me avisó de que el autor estaba ya muerto. Cuando comencé a interesarme por el arte Danto me dijo que estábamos ya ante el fin del arte. Cuando comencé a interesarme por la filosofía Rorty me dijo que estábamos ya ante la evidencia profunda de un inútil cadáver. Y fue entonces cuando yo escribí “La Insoportable Levedad del Weblog”. Mucho ha llovido desde entonces, muchos fueron los blogs que yo mantuve durante un tiempo en la red, y que aún pueden ser visitados. Y en marzo de 2017, tras un largo paréntesis existencial y creativo, yo decidí volver a la red y comenzar a publicar en SZASZZ, EL VIOLENTO OFICIO DE ESCRIBIR. Han pasado ya un par de meses y la experiencia de esta nueva singladura no puede ser más desalentadora. Si algo me imantaba de los viejos weblogs (además de la colosal facilidad de publicación, al margen de cuestiones técnicas), era la tremenda vitalidad que conllevaba compartir textos, enlaces, comentarios, esa infinita categoría de las relaciones humanas que, en la red, se abrió para mí como una flor exótica y que hizo que, a partir de ese momento, yo pasara mucho más tiempo en el ciberespacio que (como diría Javier Echeverría) en el primer entorno. Todo esto está definitivamente muerto. Las visitas a SZASZZ son pocas, por no decir inexistentes. Y, desde marzo de 2017, solo el bueno de Marcos Taracido (responsable del mítico e imprescindible LIBRO DE NOTAS) ha tenido a bien dejar su inteligente huella en el único comentario que, hasta la fecha, he conseguido robar a mis exiguos lectores.
Ahora, la conversación, me temo, se ha trasladado a las páginas de FACEBOOK, aunque ésta no tiene nada que ver con la magnífica conversación que llevábamos a cabo en el universo weblog. No voy a perder ni un segundo aquí para detallarles las “delicias” de FACEBOOK; creo que ustedes las conocen bien y no creo que merezcan la más mínima apostilla. Y, bueno, si alguien está aún interesado en saber qué fue la experiencia weblog, qué fue esa encantadora experiencia que se llevó lo mejor de mis días, le aconsejo que eche un vistazo a “La Revolución de los Blogs”, el excelente libro de José Luis Orihuela. Ahora, pasado el tiempo, yo ando rescatando de la nube todos mis textos: quiero pasar estos a papel, en formato libro. Les he pedido a algunos de aquellos amigos unas pequeñas líneas que pienso incluir a modo de prólogo en lo que será la edición futura de mis DIARIOS en el ciberespacio. Quizás, las líneas que me ha remitido Marcos Taracido sean las que mejor reflejan qué fue aquello que tanto me imantaba y en lo que yo dejé las mejores energías de mi vida. Esto fue la experiencia weblog, en palabras de Marcos Taracido: “Entonces Internet era una cafetería de instituto, un barrio a lo sumo, y nosotros jóvenes rebosantes de ideas y de ganas que nos lanzamos a algo cuya capacidad sólo intuíamos. Hicimos amigos virtuales que todavía queremos. Comunicar y compartir; no interesaba la publicidad ni el patrocinio, los trolls eran apenas gnomos exaltados y el intercambio de ideas era la moneda de cambio. Cualquier tema era susceptible de ser el armazón de una bitácora o de una web, y floreció el conocimiento libre tan rápido como se reproduce la hierba en primavera. Ubicuidad, inmediatez, facilidad de acceso… Los jóvenes de hoy jamás entenderán esos comienzos en que todo se estaba construyendo, como hace décadas que los privilegiados no entendemos cómo se vivía sin electricidad. Hoy, pocos años después, Internet es una urbe gigantesca con todas las metáforas deliciosas y perversas que se puedan imaginar. Este es un texto melancólico y, por lo tanto, parcialmente falso; no me importa, aquellos tiempos lo merecen”.

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