jueves, 13 de abril de 2017

EL TÁBANO EN LA OREJA

El pasado 11 de marzo, en la ciudad de Olavarría, a 355 kilómetros de Buenos Aires, durante un concierto de Indio Solari y su banda, Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado, una terrible avalancha acabó con el saldo de dos fallecidos y docenas de heridos, algunos de ellos muy graves. Las imágenes del concierto, en el noticiario de televisión donde me enteré de la noticia, eran impresionantes: una masa humana completamente desproporcionada abarrotando el predio La Colmena, donde iba a desarrollarse el show; 180.000 metros cuadrados de extensión para dar cabida a un aforo aproximado de 200.000 personas, el mismo número que el Indio Solari había convocado en Tandil, a 400 kilómetros de Buenos Aires, hacía un año. Sin embargo, la presencia de Indio Solari en Olavarría traía encima un halo de misticismo aún mayor al acostumbrado, dado que el artista de 68 años, aquejado del mal de Parkinson, podía estar ante su última actuación en vivo. Las imágenes del concierto de Olavarría eran impresionantes, algo no muy alejado de otros grandes sucesos que empañaron en su día la historia del rock y de la música popular en general; pero, ¿quién era Indio Solari, quién era aquel tipo extrañamente calvo y extrañamente desconocido aquí en España? Carlos Alberto Solari, Indio Solari, nació en Paraná, Entre Ríos, en 1949, y fue uno de los fundadores, junto con Skay Beilinson, del disuelto grupo Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Su voz y el uso de magníficas metáforas en sus letras lo han convertido en un icono de la contracultura en la escena del rock argentino. Su imagen está caracterizada por la prácticamente nula aparición pública, concediendo entrevistas únicamente mediante la radiocomunicación. La única aparición televisada de Los Redondos se realizó en una conferencia en agosto de 1997, luego de otro recital en Olavarría, que acabó también suspendido. En 1995, Indio Solari recibió el Premio Konex, Diploma al Mérito como uno de los mejores cantantes de la década en la Argentina, repitiendo nuevamente en 2015. Tras la disolución de Los Redondos en 2001, comenzó una pausa que se prolongó hasta 2004 cuando junto a Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado presentaron su primer álbum solista, “El tesoro de los inocentes”; en el 2007 lanzó su segundo disco, “Porco Rex”, en 2007 “El perfume de la tempestad” y en 2013 “Pajaritos, bravos muchachitos”, su último trabajo discográfico.
Y, bueno, no es nada extraño que a mí me gusté una enormidad la obra de Indio Solari, sus referencias de la infancia son prácticamente las mías: poetas y poesía beatniks, Kerouac, Ferlinghetti, Corso, historietas y libros de ciencia ficción. Escuchar a Indio Solari resulta verdaderamente embriagador y ciertamente adictivo. Su música te engancha como la peor de las drogas en una constante eléctrica en la que, con un fondo Johan Sebastian Bach psicodélico y bronco, Solari desgrana mantras poéticos en una versión argentina del mítico Allen Ginsberg. Cada mañana, desde que me hice con los discos de Indio Solari, me pongo a los mandos de la computadora y enciendo “El tábano en la oreja”, mi canción preferida del Indio, una extraña historia de un tipo extraño que, al parecer, y entre otras cuestiones, juega con una aguja hipodérmica y viste zapatones grises para el combate de la vida. Si la música de Indio Solari es adictiva, su poesía resulta de una belleza inexplicable. Ya desde sus tiempos de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, las letras de Indio Solari han servido para numerosas interpretaciones y numerosos análisis desde diferentes puntos de vista. El histórico rechazo de Solari por las definiciones lineales de sus letras (¿de qué habla esa canción?) no impidió que algunos críticos o seguidores de su anterior agrupación pusieran manos a la obra, aunque con enfoques variados. Un repaso por estos intentos arroja las interpretaciones libres de Alejandro Rozitchner para su libro Escuchá qué tema (Editorial Planeta, 2003); la inclusión de algunas letras de Los Redondos en Antología PoetasRock (La Marca, 2003), cuya selección estuvo a cargo del periodista y escritor Gustavo Álvarez Núñez; o, más recientemente, la lectura que el poeta Martín Gambarrota realizó sobre el disco Gulp! (1985) para 10 discos del rock nacional presentados por 10 escritores (Paidós, 2013). La última incorporación a esa biblioteca redonda es Filosofía ricotera. Tics de la revolución (Del Nuevo Extremo), un ambicioso ensayo de Pablo Cillo, en el que intenta establecer una suerte de filosofía autónoma al tomar como materia de estudio las letras de la banda. “A partir del discurso poético ricotero podemos derivar una Filosofía en tanto visión de mundo coherente, organizada en torno a los problemas [...] que nuestra tradición cultural generalmente asigna a dicho campo epistemológico”, se lee en una de las primeras páginas. Cillo, Profesor de Filosofía por la UBA, cuenta que haber descubierto Luzbelito en su adolescencia fue decisivo no sólo para realizar este trabajo, sino para su posterior formación humanística. “Fue como un talismán que se apoderó de mí”, dice a propósito de ese álbum, al que luego le seguiría el resto de la discografía ricotera. “Hace tiempo que tenía la idea de este libro. Recuerdo que una vez, en los pasillos de la facultad, se lo comenté a Mario Presas, un profesor muy respetado que utilizaba la poesía para relacionarla con conceptos filosóficos. Era un hombre sabio y calmo, pero cuando le hice el planteo se transformó y me dijo que estaba loco, como si hubiese nombrado al mismo demonio. Pero se sabe que al hombre, cuando le prohíben algo, le da más ganas de hacerlo”. En el pasado año 2016, en una entrevista concedida a Rolling Stone, Indio Solari, comentando su delicada situación tras haberle sido diagnosticado Parkinson, afirmaba: “Cuando tenés una enfermedad así, el reloj empieza a funcionar”. “Yo necesito primero un título que me estimule, como cuando escribís un libro. Entonces ahí empiezo a cranear, o a buscar en mis cuadernos, que tengo doce millones. Porque yo escribo en lo que llamo ‘la cantera’: escribo cosas que se me ocurren, sueltas. A veces porque creo que son ingeniosas, a veces porque creo que me representan, qué sé yo”. Ahora, a los mandos de la computadora, escucho “El tábano en la oreja”, y comprendo que Indio Solari ya no va a abandonarme nunca ¿Qué pasa en tu nube hoy?, me pregunta desde uno de los temas de “El perfume de la tempestad”. En mi nube, hoy, estoy escuchando (como no podía ser de otra manera) al gran Indio Solari.

No hay comentarios:

Publicar un comentario