martes, 7 de marzo de 2017

EL CASO WALSH

Rodolfo J. Walsh nació en 1927 en la localidad de Choele-Choel, provincia de Río Negro (Argentina). Fue escritor, traductor, dramaturgo y periodista. Maestro de la narrativa en castellano, es autor de: “Variaciones en rojo” (Premio Municipal de Literatura de Buenos Aires, 1953), “Los oficios terrestres” (1965), “Un kilo de oro” (1967), y “Un oscuro día de justicia” (1973). También publicó en revistas cuentos fantásticos y policiales, de ellos destacan los protagonizados por el comisario Laurenzi. A partir de 1956, investigó crímenes políticos –que llegaron a poner su vida en peligro-; luego transformó esas denuncias en libros, considerados hitos de la literatura testimonial, como “Caso Satanowsky”, “¿Quién mató a Rosendo?” y en especial “Operación Masacre”. Además, escribió dos obras de teatro satíricas, “La batalla” y “La granada”. Intelectual comprometido con sus ideas, en los años 70’ inició su militancia en Montoneros. Un año después del golpe del General Videla, el día 25 de marzo de 1977, cayó en una emboscada en la ciudad de Buenos Aires. Su cuerpo nunca apareció. Antes había echado al correo su memorable “Carta abierta a la Junta Militar”.
Bajo el título de “El violento oficio de escribir” (Planeta-Espejo de la Argentina) se recoge toda su obra periodística (1953-1977). Como señala Rogelio García Lupo, en el prólogo del libro, “El periodismo de Rodolfo Walsh continúa siendo una lectura apasionante, treinta o cuarenta años después de haber sido escrito y aunque la actualidad sea cada vez más remota, o haya desaparecido por completo para los lectores jóvenes”. Cuenta también García Lupo que en un manual de estilo para novatos que escribió en 1959, Walsh afirma que “las dos cualidades esenciales del periodista son exactitud y rapidez”. Y agrega: “Este orden correlativo no excluye que ambas se ejerciten al unísono”. Me imagino que alguien se habrá preguntado el porqué de este concluyente título, “El violento oficio de escribir”, con el que se reúne la Obra Periodística de Walsh, y que yo he tenido a bien incorporar de alguna manera a mi blog. García Lupo nos lo explica: “Este libro se llama “El violento oficio de escribir” porque Walsh, en un texto autobiográfico, escribió: ‘En 1964 decidí que de todos mis oficios terrestres, el violento oficio de escritor era el que más me convenía’. Otra nota, sobre Hemingway, fue titulada como ‘El común oficio del periodismo’. Ambas formulaciones –señala García Lupo- citan irónicamente la célebre consigna de Raymond Chandler, ‘el simple arte de matar’. Violencia de la escritura, y del oficio de escribir, en tiempos violentos como los de Rodolfo J. Walsh, o como nuestro violento tiempo. Aunque, ¿acaso los humanos han vivido, a lo largo de la Historia, algún episodio o proceso histórico que no estuviese marcado por la violencia? Por ejemplo, leer hoy en día la “Carta abierta de Rodolfo Walsh a la Junta Militar”, fechada en Buenos Aires el 24 de marzo de 1977, produce una extraña mezcla de perplejidad y extrañeza. La carta de Walsh nos muestra, antes que nada, un ejercicio inexplicable de lucidez y valentía inusual para nuestros días. Walsh, ya en las primeras líneas, se despacha con rotundidad y sin ninguna delicadez contra las prácticas habituales de la Junta Militar: “El primer aniversario de esta Junta Militar –escribe- ha motivado un balance de la acción de gobierno en documentos y discursos oficiales, donde lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades”. Walsh denuncia el terror practicado por la Junta Militar sin caer en la cuenta (o quizás siempre lo tuvo en cuenta) de que esta denuncia bien podría costarle la vida: “Quince mil desaparecidos –señala en su carta-, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror”. La valentía de Walsh sobrevuela las prácticas inhumanas de una Junta Militar que no reparó nunca en minucias como el respeto a los Derechos Humanos para librar su batalla contra la guerrilla montonera y contra todos aquellos que se oponían, de alguna manera, a sus políticas reaccionarias. Walsh concluye su carta añadiendo que la escribe “sin esperanza de ser escuchado”, “con la certeza de ser perseguido”, “pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles”. Mi interés por la Obra Periodística de Rodolfo Walsh es sólo comparable al que siento por la obra periodística de Manuel Vázquez Montalbán. Me encanta leer los artículos de Vázquez Montalbán como si de un libro de Historia se tratase. Recomiendo encarecidamente su lectura a aquellos que quieran saber algo más sobre nuestra historia reciente. Reunida en tres volúmenes, la Obra Periodística de Vázquez Montalbán (Debate) repasa algunos hechos sobresalientes del periodo comprendido entre 1960 y 2003; es decir: los últimos años de la Dictadura, el periodo de la llamada Transición, y los primeros años de la Democracia. Quizás, desempolvando estos viejos artículos, podamos entender mejor nuestro presente, quiénes somos y hacia donde nos encaminamos. Mucho han cambiado las cosas desde los tiempos en que escribían Walsh o Vázquez Montalbán, pero hoy nos enfrentamos, en realidad, a los mismos gigantes de siempre, molinos de viento que giran con la violencia de la invisibilidad y del anonimato, y que manejan a su antojo las precarias vidas de los habitantes de nuestro planeta.

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