lunes, 27 de marzo de 2017

TENÍA QUE SOBREVIVIR

En el Prefacio de “Viven. La Tragedia de los Andes”, Piers Paul Read escribe: “El 12 de octubre de 1972, un avión Fairchild F-227 de la Fuerza Aérea Uruguaya, alquilado por un equipo amateur de rugby, despegó de Montevideo, en Uruguay, en vuelo hacia Santiago de Chile. Noticias de mal tiempo en los Andes, obligaron al avión a aterrizar en la ciudad de Mendoza en territorio argentino. Al día siguiente mejoró el tiempo. El avión despegó otra vez y voló hacia el Sur en busca del paso Planchón. A las 15,21 el piloto comunicó al control del tránsito aéreo argentino que sobrevolaba el paso Planchón, y a las 15,24 que estaban sobre la ciudad de Curicó, en Chile. Se le autorizó a virar al Norte y comenzar el descenso hacia el aeropuerto de Pudahuel. A las 15,30 comunicó que volaba a una altura de 5.000 metros, pero cuando la torre de control de Santiago trató de comunicar con el avión un minuto más tarde, no hubo respuesta. Durante ocho días los chilenos, argentinos y uruguayos buscaron el aparato. Entre los pasajeros no sólo figuraban los quince miembros del equipo de rugby, sino también veinticinco amigos y parientes de los jugadores, pertenecientes todos a familias uruguayas acomodadas. La búsqueda no tuvo éxito. No había duda de que el piloto había calculado mal la posición y virado al Norte, hacia Santiago, cuando todavía se encontraba en medio de las montañas. Era a principios de la primavera en el hemisferio sur, y en los Andes había nevado copiosamente. El techo del avión era blanco. Existían muy pocas posibilidades de encontrarlo, y menos aún de que alguno de los cuarenta y cinco pasajeros y miembros de la tripulación hubieran sobrevivido a la catástrofe. Diez semanas más tarde, un arriero chileno que se encontraba apacentando el ganado en un valle remoto en las profundidades de los Andes vio, al otro lado de un torrente, las figuras de dos hombres. Le hicieron gestos muy exagerados y cayeron de rodillas como si suplicaran, pero el arriero, creyendo que serían terroristas o turistas, desapareció. Al día siguiente, cuando volvió al mismo lugar, las dos figuras continuaban aún allí y de nuevo le hicieron gestos indicándole que se aproximara. Se acercó a la orilla del río y lanzó hacia el otro lado un papel y un bolígrafo envueltos en un pañuelo. El harapiento barbudo lo recogió, escribió algo en el papel y por el mismo sistema se lo devolvió al arriero. Decía: «Vengo de un avión que cayó en las montañas. Soy uruguayo...» Había dieciséis supervivientes. Esta es la historia de lo que padecieron y de cómo sobrevivieron”. «¡Viven!» La tragedia de los Andes, es un libro basado en hechos reales y en las entrevistas realizadas a los dieciséis supervivientes del accidente del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya. Los supervivientes fueron José Pedro Algorta, Roberto Canessa, Alfredo Delgado, Daniel Fernández, Roberto François, Roy Harley, José Luis Inciarte, Javier Methol, Álvaro Mangino, Carlos Páez Rodríguez, Fernando Parrado, Ramón Sabella, Adolfo Strauch, Eduardo Strauch, Antonio Vizintín y Gustavo Zerbino, quienes escriben el prólogo del libro. De los veintinueve que estaban vivos a los pocos días del accidente, otros ocho fueron muertos por un alud que barrió su refugio en los restos. Los sobrevivientes tenían poca comida y ninguna fuente de calor en la dureza del clima, a más de 3.600 metros de altitud. Pudieron escuchar en las noticias en la radio que la búsqueda de ellos había sido abandonada. Los equipos de rescate no dieron cuenta de los supervivientes hasta 72 días después del accidente, cuando los pasajeros Fernando Parrado y Roberto Canessa, después de un viaje de 10 días a través de los Andes, se encuentran con un chileno, Sergio Catalán, que alertó a las autoridades sobre la existencia de los otros supervivientes. El hecho también es conocido como "el milagro de los Andes". Los supervivientes tuvieron que recurrir a la antropofagia para subsistir las diez semanas en las montañas. “Viven. La tragedia de los Andes” es, sin lugar a dudas, uno de los libros más apasionantes, y enigmáticos, que he tenido nunca antes entre mis manos.
Ahora, cuarenta y cinco años después de esta terrible aventura, uno de los supervivientes, Roberto Canessa, médico y ex jugador uruguayo de rugby, presenta en España su último libro: “Tenía que sobrevivir” (Planeta Libros). En él Canessa cuenta cómo el accidente en los Andes inspiró su vocación para salvar vidas. Publicado en Uruguay, Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, en español e inglés, una parte de las ganancias del libro es para la «Fundación Corazoncitos». “Tenía que sobrevivir” es una excelente oportunidad para reunirnos de nuevo con estos hombres magníficos que sobrevivieron a pesar de toda lógica, por encima de las terribles inclemencias del clima, y condenados a devorar los cadáveres de los compañeros muertos para poder seguir viviendo. Sin duda alguna, una estremecedora, y aleccionadora, aventura.

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