domingo, 12 de marzo de 2017

LO SUBLIME

Lo sublime es una categoría estética, derivada principalmente de la célebre obra “Sobre lo sublime” del crítico o retórico griego Longino (o Pseudo-Longino), y que consiste fundamentalmente en una “grandeza” o, por así decir, belleza extrema, capaz de llevar al espectador a un éxtasis más allá de su racionalidad, o incluso de provocar dolor por ser imposible de asimilar. El concepto de lo “sublime” fue redescubierto durante el Renacimiento, y gozó de gran popularidad durante el Barroco, durante el siglo XVIII alemán e inglés y sobre todo durante el primer Romanticismo. La “Indagación filosófica sobre el origen de nuestras ideas acerca de lo sublime y de lo bello” es un tratado sobre estética escrito en 1757 por Edmund Burke. El trabajo llamó la atención de importantes pensadores, como Denis Diderot e Immanuel Kant. Lo Bello, según Burke, es aquello bien formado y placentero estéticamente, mientras que lo Sublime es aquello que tiene el poder de hacernos evocar y destruirnos. La preferencia de lo Sublime sobre lo Bello fue la que marcó la transición entre el Neoclásico y la era Romántica. El origen de nuestras ideas respecto de lo bello y lo sublime, para Burke, puede ser entendido gracias a sus estructuras causales. De acuerdo a la física y metafísica aristotélica, la causalidad puede ser dividida en causa formal, material, eficiente y final. La causa formal de la belleza es la pasión del amor; la causa material se relaciona con aspectos de algunos objetos como la pequeñez, la suavidad, la delicadeza, etc.; la causa eficiente es el calmante de nuestro nerviosismo; la causa final es la providencia divina. Lo que es más original y peculiar en la visión de Burke respecto a la belleza es que no puede ser entendida bajo los viejos cánones como proporción o perfección. Lo sublime a su vez tiene una estructura causal que no responde a la de la belleza. Su causa formal es entonces la pasión del miedo (especialmente el miedo mortuorio); la causa material es igualmente ciertos aspectos de algunos objetos como la vastedad, lo infinito, la magnificencia, etc.; su causa eficiente es la tensión de nuestros nervios; la causa final es Dios habiendo creado y luchado con Satán, como se expresa en el gran cantar de Milton, el Paraíso Perdido. La de Burke fue la primera exposición filosófica completa en separar la belleza y lo sublime y llevarlas a un campo racional particular, independiente del otro. Cuando uno lee con detenimiento las primeras páginas de “La Facción Caníbal. Historia del Vandalismo Ilustrado”, el último libro de Servando Rocha, comprende enseguida que los personajes (músicos, escritores, pensadores, etcétera) citados por Rocha, han estado atacados, en algún momento de su existencia, por un visión extrema de “lo sublime” que ha imposibilitado en parte sus juicios, excitando sus neuronas estéticas hasta conducirlos a una versión verdaderamente peligrosa de ciertos temas.
Cuenta Servando Rocha cómo, por ejemplo, el célebre compositor alemán Sotckhausen, durante una rueda de prensa ante una concurrida audiencia, a una semana escasa del atentado terrorista contra las Torres Gemelas de Nueva York, respondiendo a una pregunta de un periodista acerca de este terrible suceso, y sin ser consciente del escándalo que estaba a punto de provocar, se pronunció, ante el asombro de todos, en estos términos: “Lo que ocurrió allí fue la mayor obra de arte que jamás haya existido. Que unos espíritus hayan conseguido realizar, en un solo acto, algo con lo que en la música ni siquiera podemos soñar; que unas personas ensayen como locos durante diez años, totalmente fanatizados, para dar un solo concierto y morir luego, es la mayor obra de arte del universo”. Los allí presentes, claro está, mantuvieron con dificultad la respiración, para seguidamente hacer correr a toda velocidad su lápiz por la superficie de la libreta de notas. Cuenta Servando Rocha cómo, a la mañana siguiente, las declaraciones del compositor aparecieron recogidas en grandes titulares en diversas plataformas de la prensa escrita y de los diarios digitales en internet. Stockhausen se vio obligado a precisar sus comentarios: “Es un crimen –declaró-, por supuesto que lo sabéis, porque las personas que han muerto no estaban de acuerdo. Ellos no venían a este concierto, desde luego. Y tampoco nadie les había advertido que podían ser asesinados durante su transcurso”. Sin embargo, cuenta Servando Rocha, ya era tarde. Varios de sus conciertos fueron suspendidos e incluso su hija, pianista, declaró que jamás tocaría bajo el apellido de su padre. Podríamos suponer que el caso de Stockhausen fue una excepción en el análisis de uno de los sucesos más terribles de nuestra historia reciente, pero nada más lejos de la realidad. Hubo reacciones ante este horrible acto terrorista que aún ponen los pelos de punta. Escribe Servando Rocha: “Hay quien cuenta una historia curiosa. Mientras las gigantes moles de hormigón se venían abajo, se encontraban reunidos varios arquitectos de prestigio. Inmediatamente, alguien encendió la televisión. Los rostros de los arquitectos, al presenciar aquel colosal derrumbe, no reflejaron pavor: estaban completamente fascinados. Toda fascinación conlleva necesariamente una parte de deleite. Muchos artistas sueñan con alcanzar ese efecto en el espectador, pero el terror es capaz de lograrlo en un abrir y cerrar de ojos”. Como en otras ocasiones, en la reciente historia de nuestro querido planeta (la invasión de Irak, por ejemplo), constructores, arquitectos y hombres de negocios, se frotaron las manos ante la llegada inesperada de “lo sublime”, de la destrucción y de la guerra; primero destruimos –pensaron-, o que destruyan otros, ya llegaremos nosotros luego y nos haremos de oro con el sufrimiento ajeno; el capitalismo es así, los mercados, las transacciones económicas, y los servicios, siempre piden paso sin importarles cuáles son las causas que han provocado su estúpida irrupción; así es la vida, así es este extraño mundo que ahora nos pertenece, nosotros somos los dueños absolutos de esta pesadilla, que Dios nos bendiga… Stockhausen no fue el único que realizó una interpretación estética del atentado. El filósofo Baudrillard tampoco dudó en afirmar que “se piense lo que se piense de su cualidad estética, las Torres Gemelas fueron una performance absoluta, y su destrucción fue también una performance absoluta”. “Al elevar aquel brutal atentado a la categoría de arte –nos cuenta Servando Rocha-, lo que Stockhausen vino a señalar fue, precisamente, que lo demoníaco, deforme y horroroso, puede ser al mismo tiempo bello. Sus polémicas declaraciones recogían una determinada tradición en torno al arte, el crimen, y el terror, que se remontaba casi trescientos años atrás, justamente en los años que precedieron a la Revolución Francesa, por lo que, de alguna manera, lo que hizo fue ponerle nombre a esa estética del asesinato en pleno siglo XXI”. El retorno a las tesis de Edmund Burke, acerca de “lo sublime”, fue un hecho entre otros hechos lamentables; la historia volvía al polvo de las interpretaciones, y hacía polvo del polvo estético, lamentable polvo de las heridas y de las muertes ajenas. Servando Rocha (Santa Cruz de La Palma, 1974) participa desde hace veinte años en distintas expresiones radicales relativas a la creación artística y el activismo político. Miembro fundador del Colectivo de Trabajadores Culturas de La Felguera, surgido en 1996, gestiona una editorial del mismo nombre y que desde el 2010 ha adoptado la apariencia de una sociedad secreta de espías literarios con el objetivo de “revelar los mejores secretos de nuestro tiempo”. Sus investigaciones son una especie de recorrido a través de una historia, muchas veces casi secreta, de lo subcultural, del avant garde, la contracultura y la violencia en la cultura dominante, algo que lo ha llevado a participar en foros de distinto tipo, desde universidades a centros sociales, y publicado artículos en diferentes revistas, fanzines y periódicos, con los que mantiene regulares colaboraciones. “La Facción Caníbal. Historia del Vandalismo Ilustrado” es la historia de la fascinación del arte por el crimen. En el libro de Servando Rocha, Lord George Gordon o Walter Benjamin, Robespierre o Malcolm McLaren, Saint-Just o Guy Debord, las sesiones nocturnas de los clandestinos Clubs del Fuego Infernal o los crímenes de Jack el Destripador, funcionan como pasadizos históricos, túneles para bandidos y forajidos, lugares para el contrabando. El texto de Servando Rocha continúa la estela de trabajos como el imprescindible “Rastros de Carmín. Una historia secreta del siglo XX (Anagrama)”, de Greil Marcus, un libro apasionante acerca de movimientos culturales y artísticos que en apariencia apenas si dejaron huella, de corrientes e ideologías que normalmente no aparecen en los manuales escolares, pero que de repente brotan como un estallido de violencia, como una negación del presente y del pasado, como una exigencia de un cambio radical y definitivo en el sesgo de la historia. Comprender cómo puede afectarnos, ética y moralmente, una interpretación arriesgada de “lo sublime”, como hicieron en su momento Stockhausen o Baudrillard, es entender en qué se diferencia lo humano de lo inhumano, porqué la estética, y el arte en general, deben estar a nuestro servicio, al servicio de nuestros intereses para una mejor comprensión e interpretación del mundo con vistas al futuro, y no en contra nuestra. Aunque todo se reduzca a un juego de interpretaciones (“No existen los hechos, sólo existen las interpretaciones”; Nietzsche dixit), siempre deberemos buscar las mejores interpretaciones, aquellas que nos ayuden a continuar en el camino sin la pesada carga de una mochila cargada de explosivos estéticos y culturales.

1 comentario:

  1. Hace muchos años escribí, al respecto, esto que creo que tiene bastante que ver: http://librodenotas.com/almacen/Archivos/001341.html

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